El primer asedio de Viena en 1529

 

El primer asedio de Viena, por parte de los Otomanos comandados por Solimán el Magnífico, de 1529 marca el máximo apogeo de los invasores turcos en Europa. Esta será la época de máxima expansión del imperio casi 100 años después de la caída de Contantinopla (1453 d.C.).

El sultán Suleimán el Magnífico accedió al trono en 1520, y pidió al rey Luis II de Hungría que le rindiera tributo. El joven rey húngaro hizo matar a los embajadores como respuesta. Solicitó apoyo al emperador Carlos V, pero éste tenía comprometidas sus tropas en Italia en respuesta a las agresiones de Francisco I de Francia, quien había prometido en carta escrita al sultán turco estando preso en Madrid que abriría un segundo frente en el oeste de Europa para que los otomanos avanzaran por el este.

El archiduque Fernando de Austria (15031564Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico con el nombre Fernando I desde 1558), hermano menor de Carlos V, reclamó el trono y fue elegido rey de Hungría después de la muerte de su cuñado Luis II en la batalla de Mohács el 28 de agosto de 1526, provocando una invasión turca en el otoño de 1529. El 27 de septiembre de ese año las tropas otomanas iniciaron el asedio de Viena, capital del Archiducado de Austria. Se desconoce con precisión el número de efectivos, y las estimaciones van desde 90.000 hasta 200.000 hombres. Entre ellos viajaron Danubio arriba los jenízaros, el cuerpo de élite de las tropas otomanas.

Los defensores austriacos de la ciudad (entre 17.000 y 22.000) recibieron poca ayuda exterior, aunque a la postre fue relevante. Esta se componía de tropas venidas de distintos lugares de Europa, pero tenía su núcleo fuerte en 1.000 lansquenetes alemanes dirigidos por el conde Nicolás de Salm, veterano de la batalla de Pavía, y 700 arcabuceros españoles enviados por la reina viuda María de Hungría, hermana de Fernando. Estos últimos destacaron en la defensa de la zona norte, impidiendo al enemigo establecerse en las vegas del Danubio junto a la ciudad.